jueves, 9 de febrero de 2012

LIBROS DE CINE

            Recuerdo que el primer libro de cine que me compré fue El cine norteamericano en 120 películas, de Augusto Martínez Torres. Desde luego el título era premonitorio de lo que me aguardaba tras sus páginas: 120 películas norteamericanas, desde el período mundo hasta la actualidad (de aquel momento, claro), ordenadas por año de producción, con una pequeña ficha técnica y un breve comentario. Entonces, contaba catorce años, me pareció casi una enciclopedia. Lo leí hasta aprenderlo de memoria. Todavía lo conservo, con las hojas amarillas y algunas anotaciones que apenas soy capaz de descifrar. Lo que me enseñó aquel primer libro es que el cine también hay que leerlo, estudiarlo, para poder apreciarlo mejor. No siempre conocer el truco del mago nos hace dejar de creer en su magia.



            Pero el primer libro importante de cine que leí fue, sin duda, El cine según Hitchcock, de Francois Truffaut. Ahí ya aprendí más cosas. La enorme complicidad que recorre toda la larga entrevista entre ambos genios del cine me dejó completamente deslumbrado. Además, en esa época consumía mis primeras cintas de la Nueva Ola francesa, y ver a uno de sus máximos representantes preguntar con tanta insistencia sobre aspectos técnicos a Hitchcock me pareció maravilloso. Años más tarde comprendí, como se comprenden las cosas cuando se va madurando, que el cine de aquel orondo inglés y el de aquel elegante francés tienen mucho en común.



            El libro que definitivamente me confirmó que leer sobre el cine no está reñido con leer buena literatura fue Cine o sardina, de Guillermo Cabrera Infante. Es uno de los mejores libros que he leído nunca. La perfecta combinación entre conocimientos cinematográficos, anécdotas divertidas y un uso del lenguaje no carente de inventiva me enamoró. Aún hoy vuelvo a él, ojeando algún artículo, consultando algún dato, disfrutando de alguna anécdota. Me divertía mucho la anécdota que contaba Cabrera Infante sobre cómo echó a un político de su casa porque decía que no le gustaba el cine.



            Hoy, algunos estantes de mi biblioteca están llenos de este tipo de libros. Muchos de ellos me han enseñado a mirar lo que me rodea y lo que cada día me devuelve la mirada en el espejo. Gracias a aquella educación sentimental comprendí que saber mirar es saber amar.

4 comentarios:

  1. Qué cierta es es última frase como colofón!! No miramos lo que no amamos. Magnífico post!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Marco por compartir tus lecturas de cine. Me encantan tus reflexiones.

    ResponderEliminar
  3. Gracias Marco por aconsejarnos tus lecturas y gracias también por tus acertadas reflexiones. Los dos primeros títulos no los he leído, puede que mi hijo los tenga (ha estudiado cine en Madrid), pero el último, lo leí hace unos pocos años y caí subyugada. Cabrera Infante me encanta como escritor, pero en este libro...se sale. Siempre que se habla de cine, recuerdo este libro con cariño.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias por vuestros comentarios. Amparo, yo quise estudiar cine en Madrid y, de hecho, casi estudio cine en Madrid, pero cuestiones de intendencia (jajaja) me hicieron recalar en otras playas. Terminé estudiando Historia... No sé rodar una película pero soy una magnífica pareja para el Trivial, jajajaja. Comparto lo dicho de Cabrera Infante: un escritor enorme...

    ResponderEliminar