domingo, 8 de mayo de 2011

LOS LIBROS QUE NOS QUEDAN POR LEER.

          Creo que era Francisco Umbral el que decía que lo peor de morirse era los libros que uno dejaba por leer. No hay verdad más absoluta para el que no entiende la vida sin la compañía de esos seres encuadernados y repletos de palabras e historias. Estoy leyendo ahora mismo Llámame Broklyn, de Eduardo Lago. La misma semana en la que abro el libro por vez primera, mi mirada ya se posa sobre esa zona de mi biblioteca donde están los libros pendientes de leer. Mi respiración se acelera, en un claro síntoma de alegría y desesperación a partes iguales. Ansiedad por la tentación de coger otro libro sin haber terminado el que tengo entre las manos. Y eso es solamente con los libros que tengo en casa. Luego vas a la librería de turno y compruebas que algunos de tus autores favoritos acaban de publicar, o te llevas la sorpresa por esa reedición tan largamente esperada, o por fin acaban de sacar en edición de bolsillo esa novela que en tapa dura era tan cara. Eso, finalmente, te lleva a la tentación de hacerte con un ejemplar y, cuando llegas a casa, te acuerdas de que Eduardo Lago te está esperando con las páginas abiertas. Y esta historia se repite una y otra vez. Entonces la zona de los libros pendientes de leer va creciendo, y tu ansiedad también. Pero, afortunadamente, recuerdas el pasaje de 84 charing cross road en el que la protagonista dice que hay que leer muy despacio, como si cada libro fuese el último que vas a leer en tu vida. Recuperas el pulso y las páginas de Eduardo Lago.

            Tengo una pesadilla: el mismo día de mi muerte aparece en las librerías la obra maestra de la literatura del siglo XXI, un nuevo Joyce, un nuevo Faulkner, un nuevo Kafka. Lo único que me consuela al despertar es que veo poco probable que aparezcan escritores a corto-medio plazo tan importantes como éstos. No obstante, para mayor seguridad, empiezo a  fumar menos y beber menos café. Nunca se sabe.
MARCO A. TORRES