miércoles, 15 de enero de 2014

Problemas de stock, promesas, listas y efemérides

Los Reyes Magos dejaron en casa un vale regalo de la librería que suelo transitar. Rápidamente mi cabeza comenzó a hacer cálculos para ver cuál era la mejor forma de gastar su importe:

a) En un solo libro. Bien, pensé, hay algunos libros que me apetece leer pero que, por su volumen o por su edición, cuestan un buen pico: Jota Erre, de William Gaddis o El plantador de tabaco de John Barth son dos de ellos. Esta opción tiene el claro inconveniente de... ¿y si el libro no me gusta?
b) Dos libros de precio medio.
c) Tres libros en edición de bolsillo.

Vale, los inconvenientes de las opciones b) y c) son los de siempre: el escaso stock de ciertas librerías. La absoluta rapidez con la que desaparecen los títulos para dar paso a otros de recientísima aparición. Hace apenas unos meses uno podía comprar sin problema ciertos títulos que, de repente, han desaparecido y han dado paso a otros que, sinceramente, no me despiertan el mismo interés. Seguro que el problema es mío, y no del magnífico fondo editorial de ciertas librerías (Modo irónico activado, claro) Uno no puede dudar cuando ve un libro que le apetece tener. Si dudas, y yo soy una duda andante, lo que te pasa es que, cuando resuelves esa duda, ya es tarde: siempre es demasiado tarde.

El problema se resolvió como siempre: más de una hora dando vueltas por los estantes, repasando y volviendo a repasar los títulos disponibles, para terminar encargando dos libros y llevándome uno de los diarios de Trapiello (que estoy disfrutando en estos momentos). Así que ahora toca seguir esperando; espera que se hace más llevadera con la maravillosa y abultada lista de títulos pendientes por leer o releer que se van felizmente amontonando en las estanterías de casa. Por cierto que Santa Claús le ganó este año la partida a los tres magos y me dejó junto al Belén un libro que llevo años queriendo leer pero que, el miedo ante su volumen (casi dos mil páginas) y la prudencia ante su precio (no, no hablemos de dinero tratándose de buena literatura) me llevaban a postergar año tras año su lectura. Bien, ya no tengo excusa, y en este año que amanece leeré, si Dios quiere, la Vida de Samuel Johnson de James Boswell (en una maravillosa edición, como siempre, a cargo de Acantilado)

Las promesas de este año son las mismas que, como debe ser, incumplí sistemáticamente el año pasado: leer menos y escribir más. Aunque este año, y ahí radica la diferencia, ese “escribir más” no va a significar “publicar más en el blog o en otros blogs”. No, eso me creó el año pasado un estrés (yo es que me pongo nervioso de nada) que me llevó al famoso bloqueo. Sí, fue el 2013 un año ágrafo. Este año toca llenar cuadernos de letras y, si queda algo de tiempo, llenar más cuadernos con más letras.

Y para terminar esta parrafada que me devuelve el eco de mi voz, un clásico: los mejores libros que leí durante 2013. Fue un año de varias relecturas (como viene siendo habitual desde hace tiempo), de mucho ensayo y mucha poesía y algunas novelas y algunos relatos. El mejor ensayo que leí fue, sin duda, Hombres representativos, de mi admirado Ralph Waldo Emerson. La relectura de Walden de Thoreau me dejó sentimientos encontrados: la sensación de que hay capítulos aburridísimos y otros, los mejores, que le deben mucho al propio Emerson. Pero sigue pareciéndome una lectura más evocadora que otra cosa, algo casi mítico que no nos lleva a plantearnos su verdadera calidad. La mejor novela, como siempre que en un año leo algo de Dickens, fue Casa desolada. Lo de Dickens es puro milagro, como Cervantes, Tolstoi o Joyce. Una celebración del arte de narrar. Y luego, claro, su poderosa imaginación y su piedad hacia los personajes más desvalidos. También disfruté mucho con la novela de Trapiello Ayer no más. Sí, habla de la Guerra Civil, pero sin heroísmos ni maniqueísmos. Expiación, de Mcewan y Cuando fuimos huérfanos, de Ishiguro, me parecieron excelentes artefactos narrativos, de dos autores de los que no me importaría seguir adentrándome más en su obra. Releí también excelentes relatos (como siempre) de ese maestro que es Raymond Carver (su relato “Leña” me parece de lo mejor que he leído en este complicado género), de Jack London (uno siempre guarda sus momentos de secreto bovarismo) o de Ignacio Aldecoa (qué buenos son sus relatos y que poco se habla en este país tan “especial” de este autor. ¿Y por qué me empeño en extrañarme de ciertas cosas?) Volví a leer la obra completa (cinco poemarios) de Claudio Rodríguez. Y no deja de maravillarme que Don de la ebriedad lo escribiera antes de los 18 años. Lean, por favor, este poemario tan solo e imagínense a un chico de esa edad escribiéndolo. En fin. Muchos otros libros disfruté en este 2013 que se nos fue, pero tampoco me apetece extenderme mucho más.

Que tengan un feliz año lector en 2014, y que los problemas, que seguro llegarán, no nos hagan tan tristes como para dejar de pasar, al menos unos minutos al día, en compañía de un buen libro.

CODA: 2014 es el quinto año de este deshabitado blog. En Ítaca no suelen celebrarse estas cosas, pero uno no es ajeno a ciertas efemérides. El eco de mi voz me devuelve una carcajada...

1 comentario:

  1. Disculpe la manera de dirigirme a usted, pero no he podido encontrar otra forma de hacerlo. Sólo quería decirle que le he descubierto como escritor en la revista Valencia Escribe (en la que empezaré a colaborar a partir del próximo número del mes de junio) y me ha impresionado su enorme calidad literaria (como no lo ha hecho ningún otro de los colaboradores de la revista, de la que he leído todos los números publicados hasta el momento, el enlace a los cuales me facilitó hace poco mi buen amigo Rafa Sastre). A partir de leerle en la revista he continuado haciéndolo en todos los blogs en los que usted ha publicado (tan sólo no he encontrado nada suyo en Valencia va al cine), y la lectura de todos sus textos ha confirmado, y aumentado, mi primera impresión. Me permito adjuntarle la dirección de mi blog por si me hiciera el honor de darle al menos un vistazo. Creo que, además de posibles conexiones literarias, las tendríamos, en algún aspecto, personales, que son las verdaderamente importantes. Dos cosas y termino: en su lista de 25 películas del 13 de noviembre de 2010, con la que coincido casi al ciento por ciento (el casi es por un par de películas que, imperdonablemente, desconozco), yo añadiría (y pienso en su "Dios", publicado en el blog Valencia Escribe el 4 de diciembre de 2012) a Billy Wilder con "El Apartamento", que es la película que yo me llevaría a la tópica isla desierta (maldita isla que nos obligaría a renunciar -esperemos que al menos se permita una película por director- a "Perdición", a "El crepúsculo de los dioses", a... o que nos forzaría a elegir entre "Don Giovanni" o "La Flauta...", estando como están también "Las bodas...", "Cosi...", "El rapto...") Y, segunda cosa, en su día yo estuve a punto de tirar por la ventana, a las pocas páginas, "El sonido y la furia". Pero seguí, seguí, seguí, y terminé con la boca abierta de admiración.

    http://amatgomar.blogspot.com.es/

    Reciba un rendido saludo de un impresionado Andrés Amat.

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